Hoy presentamos La Diferencia Entre Ser un Genio Incomprendido y un Idiota con WiFi”
Tienes que estar preguntándote: ”¿Qué quiere decir este inepto ahora?” Es obvio, ¿no? No hay diferencia porque, al final del día, solo soy otro idiota con acceso a una de las peores herramientas jamás concebidas para producir basofias y regarlas al público general. Y, mi querido lector, tienes razón… ¿o tal vez no?
La línea entre estos dos especímenes es más delgada que la autoestima de alguien que sube una selfie y la borra si no recibe 10 likes en los primeros cinco minutos. Un genio incomprendido y un idiota con WiFi pueden decir exactamente lo mismo, pero uno será citado en libros de historia y el otro terminará en un TikTok con música de fondo y subtítulos en amarillo chillón.
El problema es que el mundo ha perdido la capacidad de diferenciar entre ambos. Antes, el genio incomprendido era silenciado, ignorado, o con suerte, descubierto póstumamente y convertido en un mártir del pensamiento libre. Hoy en día, el idiota con WiFi tiene la misma plataforma que el genio, pero con un micrófono más potente, porque en la sociedad moderna, el algoritmo no premia la inteligencia, sino el escándalo.
La era de la información murió en el momento en que alguien descubrió que un escote, una opinión mediocre o una polémica fabricada generan más interacciones que cualquier idea revolucionaria. Así que aquí estamos, en una realidad donde un influencer enseñando a respirar con la boca cerrada tiene más seguidores que un premio Nobel de física. Bienvenidos a la era de la estupidez masificada, donde ser viral es más importante que ser brillante.
El genio incomprendido quiere cambiar el mundo. El idiota con WiFi solo quiere atención. Pero adivina cuál de los dos tiene su cara impresa en una línea de mochilas vendidas en centros comerciales.
Y aquí estoy yo, atrapado en este circo digital, sin saber si soy un genio incomprendido o simplemente otro idiota con acceso a internet y demasiado tiempo libre. Tal vez la diferencia ya no importe. Tal vez, al final, todos somos la misma basura flotando en este océano de contenido desechable.
Pero bueno, mientras reflexiono sobre esta distopía, abro otra soda Zero y sigo adelante. Si la sociedad está condenada, al menos que mi úlcera estomacal valga la pena.
El mundo de hoy es un espectáculo tan absurdo que si Franz Kafka y George Orwell volvieran a la vida, se pegarían un tiro en sincronía antes de intentar escribir sobre esta basura. Nos dijeron que el acceso a la información nos haría más sabios, pero al final lo único que logramos fue darle la palabra a personas que, si hubieran nacido en otra época, morirían por meterse piedras en la boca “porque brilla bonito”.
Antes, la sociedad tenía un filtro natural: si eras estúpido, no te daban un micrófono. Ahora, la gente sin dos neuronas funcionales no solo tiene voz, sino que sus opiniones valen tanto como las de un experto. Hemos llegado al punto en que un tipo que se unta caca en la cara en TikTok tiene más autoridad en salud dermatológica que un dermatólogo con 20 años de experiencia.
Nos encanta pensar que somos una civilización avanzada, pero si un extraterrestre aterrizara y su primer contacto con la humanidad fuera Twitter, se daría la vuelta sin decir una palabra. Y no lo culpo. Somos la primera especie en la historia que tiene la capacidad de acceder a todo el conocimiento humano en segundos… y lo usamos para ver compilaciones de tipos cayéndose de escaleras y perritos bailando salsa.
La educación ya no se mide en lo que sabes, sino en cuántos seguidores tienes. Puedes tener un doctorado en astrofísica, pero si un influencer con lentes sin aumento dice que la luna es un holograma, su opinión vale lo mismo que la tuya. Porque claro, en la sociedad moderna, la ciencia está en discusión, pero el horóscopo es una verdad absoluta.
Y no me malinterpreten, no estoy diciendo que la ignorancia de antes era mejor. Claro que había gente estúpida. La diferencia es que antes, la estupidez venía con humildad. La gente sabía que no sabía. Hoy, en cambio, cualquier persona con WiFi cree que puede debatir sobre cualquier tema solo porque vio un video de 30 segundos editado con música de fondo y subtítulos color neón.
Y si intentas corregirlos, te llaman “arrogante”. Vivimos en una era donde la inteligencia es vista como una amenaza y la ignorancia como una identidad cultural. Antes, la gente leía libros. Hoy, leen horóscopos, ven videos de motivación hechos por estafadores y creen que saber diferenciar entre “hay”, “ahí” y “ay” los convierte en filósofos.
La historia solía recordarnos que la estupidez tenía consecuencias. Antes, si eras idiota, la naturaleza se encargaba de ti. Si un cavernícola pensaba que podía domesticar un tigre dientes de sable, el problema se solucionaba solo. Pero en el mundo moderno, no solo los protegemos, sino que les damos voz, espacio y conferencias TED.
Y aquí estoy yo, viéndolo todo desde mi trinchera, atrapado en un mundo donde ser estúpido es rentable y ser inteligente es una maldición. Viendo cómo la humanidad se autodestruye con un like y un share. No sé si soy un genio incomprendido o solo otro idiota con WiFi, pero una cosa es segura: si el mundo va a la mierda, al menos que me lleve con una sobredosis de apartame y no con la estupidez colectiva.
¿Soy un idiota con WiFi o un filósofo incomprendido?
Buena pregunta. Depende de a quién le preguntes. Si se lo preguntas a una señora en Facebook con foto de perfil de minion, soy un agente del mal, un cáncer social, un demonio con teclado que necesita urgentemente “tocar pasto”. Pero si se lo preguntas a alguien con un mínimo de sentido del humor, soy el Shakespeare de la misantropía, el Da Vinci de la funa con estilo, un Sócrates con acceso ilimitado a memes y un odio bien dirigido hacia la humanidad.
¿Mi delito? Simple: no dejar que el estrés me mate en silencio como a un padre de familia promedio. Yo no voy a terapia. No porque no crea en ella, sino porque ningún psicólogo merece escuchar la cantidad de estupideces que pasan por mi cabeza a diario. En su lugar, libero el estrés de la única manera moralmente aceptable en este siglo: haciendo chistes hirientes y señalando lo patética que es la sociedad, pero con suficiente carisma para que la gente se ría en lugar de bloquearme.
Porque claro, en este mundo moderno, decir la verdad con una sonrisa es más efectivo que un tratado filosófico. Si criticas a la sociedad de forma seria, te llaman amargado. Si lo haces con un buen punchline, te aplauden como si fueras un genio del entretenimiento. Lo que la gente no sabe es que detrás de cada chiste hay una observación brutalmente realista, disfrazada de simpleza para que los sensibles no colapsen.
Pero aquí es donde la cosa se complica: ¿soy un filósofo incomprendido o solo un idiota con demasiado tiempo libre? La verdad, no lo sé. Lo único que sé es que hay algo profundamente gratificante en ver cómo la gente se ríe de lo que no debería reírse. Porque ahí es donde está la magia: en encontrar el humor en lo incómodo, en lo prohibido, en lo que nadie quiere decir en voz alta.
Y es aquí donde entramos en terrenos peligrosos. Porque claro, si la sociedad actual tuviera un himno, sería un audio de alguien llorando porque un chiste les arruinó el día. Vivimos en una época donde la gente busca desesperadamente algo que los ofenda, como si la vida fuera un videojuego y encontrar “comentarios problemáticos” les diera puntos extra.
Pero eso no me detiene. Porque la verdadera filosofía moderna no está en los libros, ni en los discursos políticos, ni en los coachs de vida vendiéndote cursos motivacionales como si fueran traficantes de crack emocional. La verdadera filosofía está en saber que el mundo es una porquería, pero elegir burlarte de él en lugar de dejar que te consuma.
Porque al final del día, somos todos idiotas con WiFi. Solo que algunos lo admitimos, lo convertimos en comedia y lo compartimos con el mundo para que al menos nuestra estupidez sirva de entretenimiento.
Así que sí, puede que sea un idiota con WiFi, pero al menos soy un idiota con buen timing cómico. Y en este mundo de basura digital, eso ya es una victoria. Porque si la sociedad ya está condenada, al menos alguien tiene que hacerla reír mientras se incendia.
Porque sí, podríamos seguir fingiendo que estamos haciendo una crítica profunda a la sociedad, pero seamos honestos: yo no estoy aquí para cambiar el mundo, estoy aquí para burlarme de él hasta que me dé un paro cardíaco de la risa.
Así que vamos a lo importante: ¿por qué la humanidad es tan estúpidamente graciosa? Porque, hermano, vivimos en una época donde la gente se cree especial por tener depresión. Antes, la depresión era un problema serio, hoy es un maldito accesorio de moda. “Tengo ansiedad, por eso no puedo trabajar ni ser funcional” – No, Karen, lo que tienes es hueva crónica y un doctor que te quiere vender más pastillas.
Y no es solo eso. Hay gente que se ofende porque los bebés nacen blancos. ¿QUÉ QUIEREN QUE HAGAMOS, COLORÉARLOS CON UN CRAYÓN AL NACER? “Doctor, mi hijo salió demasiado caucásico, ¿puede ponerlo en el microondas cinco minutos?”
Pero es que el racismo moderno es una joya. Antes el racismo era brutal, ahora es un concurso de quién se hace más la víctima. “A mí me discriminan porque soy latino” – Claro, hermano, lo dice el mismo latino que en cuanto ve a un boliviano en la calle lo llama “indio come llamas” sin respirar. La xenofobia solo es mala cuando no la haces tú, ¿verdad?
Ni hablemos de los que quieren sentir que su país es el mejor del mundo cuando ni siquiera tienen agua potable. Hermano, si tu himno nacional se canta más con lágrimas que con orgullo, no estás en una potencia mundial, estás en un episodio de “Supervivencia al Desnudo” sin cámaras.
Y por el amor de Dios, dejemos de fingir que la gente es inteligente. Si la inteligencia fuera proporcional al acceso a la información, TikTok no existiría. ¿Cómo explicas que hay gente que cree que la Tierra es plana, pero también cree que hay un núcleo de fuego en el centro? ¿Entonces qué, hermano? ¿La Tierra es una pizza con relleno de lava como las de Domino’s?
Pero lo mejor de todo son los activistas de teclado. Esa gente que dice que lucha contra la opresión desde un iPhone hecho por niños esclavos en China. “Boicot a Israel” escrito desde un celular con cobalto sacado por esclavos congoleños. Hermano, si la coherencia tuviera una forma física, te metería un puñetazo en la cara.
También está el feminismo moderno. Antes, las feministas luchaban por el derecho al voto y la educación, ahora luchan por decir “todes” y por subir fotos de sus axilas sin depilar. “Mujeres al poder” – Claro, reina, y qué mejor manera de demostrarlo que teniendo una crisis existencial en Twitter porque un hombre no te respondió un mensaje en menos de 5 minutos.
Y ni qué decir de la generación de cristal. Si a un niño de hoy lo transportáramos al 2005, no dura ni un recreo en la primaria. ¿Te imaginas? Un niño de 2024 enfrentándose a un “chinga tu madre” gratis a las 7:30 AM sin contexto ni advertencia previa. Se desmaya en el acto. “Doctor, perdió la conciencia, le dijeron que corre como niña y su sistema nervioso colapsó.”
Y al final del día, aquí estamos. El mundo sigue siendo un circo, y yo soy el payaso que se ríe de los otros payasos.Si ser un genio incomprendido significa tomarse la vida en serio, entonces prefiero ser un idiota con WiFi y disfrutar del espectáculo. Porque en un mundo donde todos están llorando, el que se ríe… gana.
SISISISI, CONTINUAMOS CON EL FESTIVAL DEL ODIO, PAPASITO. NO PARAMOS HASTA QUE WORD PRESS SE ARRODILLE Y ME BANEE PERSONALMENTE.
Porque sí, puedo ser un idiota con WiFi, pero al menos soy un idiota con WiFi que sabe que la vida es un chiste y que los mejores chistes son los que duelen.
A ver, hablemos de la gente que cree que tener una personalidad basada en memes los hace especiales. Bro, decir “tamo activo” y “ta fuerte la cosa” no es una identidad, es ser un NPC con WiFi. ¿Qué sigue? ¿Postularse para presidente con puro sticker de WhatsApp como campaña política?
Y ni hablemos de los que creen que leer a Nietzsche los convierte en filósofos. “Bro, yo entiendo la oscuridad de la existencia” – hermano, tienes 22 años y lloraste porque tu crush te dejó en visto. No eres un pensador incomprendido, eres un mocoso con acceso a frases tristes en Pinterest.
Pero lo peor no es eso, lo peor es que las mujeres ya se unieron a esta moda y ahora piensan que leer un libro de psicología barata las convierte en Freud. “Bro, es que yo soy súper empática, soy una chica que da luz.” No, Fernanda, eres la misma que se burla de la gente fea y te quejas cuando un hombre feo te tira la onda.
Y hablando de ilusiones, ¿quién le dijo a los feos que tienen derecho a tener autoestima? No, en serio, ¿desde cuándo la fealdad dejó de ser motivo de vergüenza? Antes, los feos sabían su lugar: callados, en la sombra, agradeciendo cualquier oportunidad de amor como si les hubieran dado un riñón. Ahora no, ahora un vato que parece personaje desbloqueable de PlayStation 2 anda exigiendo novias como si estuviera en el mercado de transferencias de la Champions.
Pero bueno, volvamos a lo importante: la hipocresía moderna.
La gente ama quejarse del capitalismo mientras twittea desde un iPhone 15. “Qué asco el sistema, es pura explotación.” Sí, Jennifer, pero bien que te tomas fotos en Starbucks con el café que cuesta lo mismo que el sueldo mensual de un niño en Bangladesh. Seamos serios, por favor.
Y ya que estamos en eso, ¿qué pedo con los que creen que un influencer les va a cambiar la vida? “Gente, hoy vamos a manifestar abundancia” – Hermano, tienes 26 años y sigues viviendo con tu mamá, la única abundancia en tu vida es la cantidad de ropa sucia acumulada en tu cuarto.
Pero espera, que se viene lo fuerte: la gente que cree que ser de un país los hace superiores.
Mi negro, vives en un lugar donde si sales a la calle sin cartera, te matan y te venden en partes en el mercado negro. No estás en Noruega, estás en Latinoamérica, cálmate.
Y ni qué decir de los europeos que creen que su país es la cúspide de la civilización. Hermano, si tu abuelito fue nazi o colonizador, no puedes andar con aires de grandeza, acepta tu pasado y sigue con tu vida.
Y ya para cerrar, hablemos de los religiosos modernos.
No los que creen en Dios, los que creen en el horóscopo, en la energía y en que Mercurio retrógrado arruinó su vida.
No, Andrea, tu vida está arruinada porque gastaste todo tu dinero en uñas acrílicas y ahora no tienes para pagar la renta, no porque un planeta decidió moverse raro.
Pero bueno, al final del día, seguimos aquí, en este mundo donde todos se sienten especiales, donde los feos se creen guapos, donde los estúpidos se creen genios y donde yo, un idiota con WiFi, soy de los pocos que aún se ríe de todo esto.
A ver, para continuar, hablemos de los que llegan a un país nuevo y actúan como si fueran los dueños.
Hermano, cruzaste una frontera con más drama que final de telenovela, tu primer techo fue un puente peatonal, y ahora me vienes a decir que “el que madruga Dios lo ayuda” mientras te robas el WiFi del parque.
Y ni hablar de los nombres raros. Hermano, ¿qué es esa costumbre de ponerle a tu hijo Jhoanfrankeleiber? ¿Es un bebé o un hechizo de invocación? No sé qué está peor, los nombres que parecen resultado de una pelea a golpes con un teclado o los apodos como “El Bebé” cuando claramente es un adulto con antecedentes penales.
Ahora, pasemos a la gente que dice “quisquidisqui” y cree que el WiFi es un lujo innecesario.
Hermano, cómo quieres que tome en serio tu opinión si el único avance tecnológico en tu vida fue aprender a usar el botón de linterna del celular. Que sí, que mucha cultura ancestral, que mucho respeto por la tierra, pero a la menor provocación están vendiendo a su primo por una tarjeta SIM y un plan de datos.
Y no se preocupen, que la corona de los cerros; es decir, nuestro querido Perú, también tiene su propio club.
Porque si hay algo que une a ciertos países es la creencia de que ser altiplánico es una bendición, cuando en realidad es solo una forma elegante de decir que tu oxígeno viene en cuotas. No importa en qué país estén, siempre encontrarán una manera de venderte un poncho a sobreprecio y llamarlo “cultura.”
Pero bueno, al final del día, todos jugamos en el mismo tablero de la miseria global.
Unos creen que su acento los hace irresistibles, cuando en realidad suenan como si estuvieran peleando con una papa en la boca.
Otros creen que su país es el mejor, pero su plato típico es básicamente arroz con cualquier cosa.
Y luego estoy yo, un idiota con WiFi, observando todo esto como el perro que ve la casa en llamas y dice: “This is fine.”
Porque si algo es seguro en esta vida, es que nada une más a la gente que burlarse del otro con superioridad moral… hasta que les toca ser el chiste. Y ahí, papito, te quiero ver sosteniendo el golpe.
FIN.
Es hora de la despedida, pero solo por un rato. Mañana volveré con más historias, porque, siendo sincero, no tengo muchas cosas más que hacer, así que… ¿por qué no dedicarme de lleno a este proyecto? Nos leemos pronto, subnormal.
Cuídate mucho, te espero pronto con un nuevo post lleno de tonterías sin sentido que alegrarán tu día, chau chau.

No me molestes por el logo elaborado por IA, espero poder crear uno próximamente, pero si el cerebro no me funciona ni para cargar pesos adecuadamente, imagíname haciendo un logo.