Otro ciclo, otra deuda, otro falso intento de ser responsable. Bienvenido al simulacro de éxito llamado universidad.
Si estás leyendo esto, felicidades, sigues vivo… por ahora. Otro ciclo universitario ha comenzado, y con él, la eterna lucha entre querer graduarte y la necesidad de fingir que no pasa nada mientras tu cuenta bancaria agoniza. Sabemos que juraste que este semestre sí ibas a estudiar con tiempo, que no ibas a dejar todo para última hora, que ibas a ser “una mejor versión de ti mismo”. Spoiler: ya fracasaste. Aceptémoslo, la única tabla de salvación que tienes es el PPT pirateado de un desconocido en WhatsApp y la esperanza de que el profe tampoco tenga ganas de leer tu desastre de trabajo final.
Pero hey, la universidad no solo es miseria académica, también es un hermoso recordatorio de que tu hígado sigue resistiendo, a pesar de las barbaridades que le metes cada fin de semana. Porque, seamos realistas, la única materia en la que destacas es en mixología de bajopuente: combinando trago barato con tus lágrimas de arrepentimiento. Y ni hablemos del estrés, que ya ni te altera porque aprendiste a vivir con él, como cuando aceptaste que tu viejo no iba por cigarros, sino por una familia nueva.
Y como si no fuera suficiente con el estrés, la bancarrota y la crisis existencial, la universidad te regala un último detalle para recordarte que tu sufrimiento es su prioridad: los horarios de mierda. Porque claro, si ya ibas a estudiar algo que probablemente no tenga futuro, al menos que lo hagas en los peores horarios posibles. Sin mucho más que decir, vamos de lleno al primer punto de la velada:
Los Horarios de Mierda
Esto funciona así: o te tocan clases a las 7 a.m., obligándote a madrugar como si fueras un albañil sin el sueldo digno, o te las ponen a las 9 p.m., como si fueras a procesar algo después de haber pasado todo el día en un estado de coma funcional. Y ni hablemos de los huecos entre clases, porque obviamente alguien en administración pensó que darte seis horas libres entre dos cursos era lo mejor para tu “vida universitaria”. Bro, ¿qué vida universitaria? Lo único que hago en ese tiempo es cuestionar mis decisiones mientras me siento como indigente en una banca.
Pero el premio mayor se lo llevan los horarios de los viernes por la noche. Porque sí, alguien tuvo la grandiosa idea de ponerte clases justo cuando deberías estar intoxicándote con veneno embotellado y malas decisiones. Ahí estás tú, en una sala de Zoom o un aula vacía, viendo cómo el profe también odia estar ahí pero finge por el sueldo. ¿Y tú? Tú finges que estás prestando atención mientras piensas si tienes suficiente plata para una chela después. Lo peor es que ni puedes faltar, porque capaz el profe hace llamado y, sinceramente, no estás en posición de perder más puntos, no después de ese parcial que entregaste con más dudas que respuestas.
Pero si creías que la universidad ya había exprimido toda tu paciencia, espera a que te caiga la guillotina final: las clases de idiomas en fin de semana. Porque sí, caumsa, entre todo el desastre que es tu vida académica, a alguien se le ocurrió que lo que realmente te hacía falta no era más tiempo para dormir, ni para trabajar, ni siquiera para existir… sino aprender a conjugar verbos en francés un sábado a las 7 de la mañana.
Nada dice “éxito en la vida” como despertarte un domingo con resaca para balbucear en un idioma que nunca vas a usar, con un profe que claramente se la suda si aprendes o no, porque él también odia estar ahí. Y ni pienses en faltar, porque la asistencia cuenta más que tu dignidad, y perder esa materia significa pagar otra matrícula innecesaria, solo para seguir sufriendo.
Lo peor es que te venden la idea de que esto te abrirá puertas en el futuro. Mano, mi futuro ya está sellado con deudas y malas decisiones, dudo mucho que saber decir “My name is” me rescate del abismo financiero en el que me metió esta misma universidad. Pero ahí estás tú, sacrificando tu único día de descanso para salir con un diploma que apenas justifica el tiempo perdido.
Los Profesores Insufribles
Porque la universidad no sería la cárcel mental que es sin esos seres que, en algún momento de su miserable existencia, decidieron que su única alegría en la vida sería hacerle la vida imposible a los estudiantes. Sí, los profesores, esos personajes sacados del rincón más oscuro del infierno administrativo. Y como en todo ecosistema universitario, hay diferentes especies de estos sujetos. Vamos a diseccionarlos como si estuviéramos en un curso de biología que, spoiler, también nos harían odiar.
El que cree que su curso es la piedra angular de la humanidad
Da igual que estés estudiando administración, diseño gráfico o ingeniería de minas, siempre hay un profe que actúa como si su materia fuera más importante que la ley de la gravedad. “Si no aprenden esto, nunca conseguirán trabajo”, dice, mientras dicta Matemáticas Aplicadas a la Nada. Mi rey, con lo que pago de pensión ya estoy desempleado de por vida, preocúpese por lo suyo.
El dictador de la asistencia
Este es el ser que cree que la asistencia es más importante que tu aprendizaje. Llegas dos minutos tarde y ya te tachó como si hubieras cometido un crimen de guerra. Te enfermas, presentas certificado médico, justificas con pruebas, y aún así el tipo responde: “Lo siento, joven, la norma es la norma”. Ah, pero el día que él llega media hora tarde, ahí sí, “tuve una reunión, espero comprendan”. Claro, campeón, tu tiempo vale, el nuestro no.
El que no explica ni el clima
Su método de enseñanza consiste en abrir un PowerPoint del 2010 y leerlo con una entonación tan plana que ni el electrocardiograma de la reina Isabel. “Si tienen dudas, pregunten”, dice, pero cuando preguntas te responde con otra pregunta y terminas más confundido que al inicio. Lo peor es que en el examen te pone preguntas de cosas que jamás mencionó, como si esperara que la respuesta te llegara en un sueño.
El rockstar de la vieja escuela
Este es el fósil que lleva 40 años dando la misma clase y se enorgullece de seguir usando diapositivas con fondo negro y letra roja en Comic Sans. No cree en la tecnología, manda trabajos impresos, te habla de cómo en su época todo era más difícil y si le dices que algo es complicado, te responde con la clásica: “A ver, explícame tú, si tan fácil lo quieres”. Mi rey, yo vine a aprender, no a hacer su chamba.
El vengador frustrado
Este no enseña, ajusta cuentas. Su odio hacia los alumnos es personal y tiene la energía de alguien que claramente sufrió bullying en su juventud y ahora usa su puesto para desquitarse. Sus parciales están diseñados para verte fracasar, su criterio de calificación es más volátil que el dólar y si le pides subirte medio punto, te mira como si hubieras pedido la cura del cáncer.
El fantasma
Te inscribiste en su curso, pero nunca lo has visto en tu vida. Nadie sabe cómo es su cara, su presencia es un mito urbano y sus clases son más autogestionadas que un taller de YouTube. Solo aparece el día del examen con un “hagan lo que puedan” y desaparece como deuda pendiente.
El motivador barato
Este piensa que la universidad es una charla de superación personal. Cada clase es una terapia grupal forzada donde te habla de “pensar en grande” y “creer en ti mismo”. Tranquilo, Sensei, yo no vine aquí a encontrarme a mí mismo, vine a aprobar, porque si jalo, en mi casa me encuentran en una bolsa.
Los Compañeros de Grupo Basura, Malditos Hijos de Perra Malparidos Triplecatre Setenta Triple Hijodepuahfaoijlgñsgihapsj…
Si hay algo peor que los horarios de mierda y los profesores con alma de verdugo, es el infierno que significa hacer trabajos en grupo. Si la universidad está diseñada para destruirte mentalmente, las exposiciones grupales son su bomba nuclear. Porque no importa cuántas veces reces, no importa cuánta fe tengas en la humanidad, siempre, SIEMPRE, te va a tocar un equipo que haría quedar a los condenados del infierno como gente productiva.
Así que aquí te dejo la fauna de subnormales con los que te toca lidiar cada semestre, esos que deberían pagar extra solo por existir:
El Fantasma Hijueputa
Este es el que desaparece más rápido que tu dinero después de pagar la matrícula. Te lo asignaron al grupo, pero jamás responde, jamás escribe, jamás EXISTE. Bro, ¿sigues vivo? ¿Te secuestraron? ¿Tu vieja te vendió a la trata de personas? Lo peor es que aparece el día de la presentación con la cara más fresca que un vaso de chicha helada y suelta el clásico “¿qué parte me toca decir?”. Te juro que si el asesinato fuera legal, este tipo no viviría para ver el próximo semestre.
El Mueble Humano
No es que desaparezca… es que está, pero es peor que si no estuviera. Se conecta a las reuniones, deja la cámara apagada, el micro en mute y no aporta ni una coma. De vez en cuando suelta un “sí, estoy de acuerdo” para fingir que respira. Mano, prefiero que te vayas a la mierda antes que ver tu existencia flotando en la inoperancia. ¿Cómo mierda llegaste hasta aquí? ¿Qué tratos oscuros hiciste con la administración para ser un parásito académico?
El Estúpido Congénito
No es malo, no es vago… es un puto inútil. El tipo intenta ayudar, pero su coeficiente intelectual es tan bajo que cada cosa que hace es una catástrofe. Le pides que haga un resumen y te entrega un testamento, le pides unas diapositivas y te manda algo que parece diseño de PowerPoint del 2003. Lo peor es que se siente ofendido si no usas su mierda, como si hubiéramos venido a hacer caridad con su mediocridad. Bro, no es que no te queramos en el grupo, es que queremos APROBAR.
El Emprendedor de la Nada
Este es el que suelta la legendaria: “No voy a poder ayudar mucho porque trabajo”. Ah, ¿pero bien que tienes tiempo para subir historias en un antro chupando hasta quedarte sin riñones, no? Mano, si tu sueldo no está sosteniendo a tres hijos y una deuda bancaria, mejor deja de poner excusas. Aquí todos estamos ocupados, pero no todos somos unas ratas inmundas que dejan todo a los demás.
El Líder Psicópata
Este es el único que realmente quiere hacer el trabajo… pero te trata como si estuvieras en un campo de concentración. “A ver, quiero avances para mañana a las 5 a.m.” Mano, déjame dormir, mierda. Se aprende tu número de memoria, te persigue por WhatsApp, te manda correos, te llama al fijo de tu casa, si pudiera, te implanta un chip para rastrear tu actividad cerebral. Encima, si te quejas, te responde con un “ay, pero es por el bien del grupo”. Hijo de perra, el esclavismo ya fue abolido, déjanos respirar.
El Infeliz que Se Lleva el Crédito
Este no hizo ni mierda, pero el día de la presentación se para al frente con un porte digno de un CEO de Silicon Valley. Se explaya como si hubiera redactado la tesis entera, responde las preguntas con seguridad y hasta le sonríe al profesor como si tuviera algo de mérito. Lo peor es que saca buena nota y su conciencia sigue intacta, porque la rata ni se inmuta. Algún día lo van a asaltar y no lo voy a lamentar.
Ok, creo que me dejé llevar un poquito. Perdón. Me entró un odio visceral mientras escribía y por un momento me vi a mí mismo en la pantalla con cara de Joker en pleno monólogo de locura. No sé qué me dolió más, si recordar a estas lacras o darme cuenta de que la universidad es básicamente un simulador de guerra psicológica. Pero bueno, paz y amor, ¿no? Igual, si algún fantasma de grupo está leyendo esto, ojalá te dé diarrea en plena exposición, mi rey.
Los Trámites Absurdos de La Universidad
Si hay algo peor que un profesor creído o un grupo de trabajo lleno de inútiles, es el infierno burocrático de la universidad. Porque sí, mano, no basta con que pagues pensiones criminales y soportes clases de mierda, también tienes que hacer trámites tan ridículos que parecen diseñados para quebrarte el espíritu.
Lo peor es que esto no le pasa a la gente con billete. Si fueras hijo de papi, un decano se encargaría de resolver todo con una llamadita mientras tú estás en Punta Cana tomando mojitos con tu sugar mommy. Pero no, mano, tú tomas combi, y ni siquiera formal, pirata, con su chofer ex presidiario y su cobrador con chicles en la cabeza. Así que claro, a ti sí te toca peregrinar por la universidad como si fueras mendigo buscando un vaso de agua.
El infierno de las firmas y los sellos
¿Quieres hacer un simple trámite? JAJAJA, ILUSO. Primero tienes que ir a ventanilla, donde la tía te mira con cara de asco y te manda con un papelito a otra oficina que queda en Mordor. Llegas y te dicen “aquí no es, tienes que ir a Secretaría”, pero en Secretaría te dicen “vuelve mañana que el que firma está de vacaciones”. Hermano, quiero llorar, solo necesito un puto papel.
Los pagos estúpidos que nadie entiende
A ver, no sé quién carajo hace la lista de pagos en la universidad, pero claramente lo asesora Satanás. No solo tienes que pagar por todo, sino que encima hay cobros que no tienen sentido. Derecho a exámenes – Bro, ya pago mensualidad, ¿qué más quieres, un riñón? Derecho a constancia de estudios – Mano, si estudio aquí, ¿por qué carajo me cobras por demostrarlo? Derecho a graduación – ¿Por qué tengo que pagar por salir de esta maldita prisión? Págame tú a mí por haber aguantado este calvario, infeliz.
Los horarios de atención que no sirven para nada
Los administrativos trabajan menos que influencer con OnlyFans. Llegas a las 9 AM y te dicen “regresa a las 11”, vuelves a las 11 y te sueltan “salimos a almorzar, vuelve a las 3”, regresas a las 3 y ya han cerrado por hoy. MI REY, QUÉ MIERDA HACEN EN SU HORARIO LABORAL, LEEN LAS BANDIDAS DEL TROME O QUÉ.
El trámite que nadie sabe cómo hacer
Intentas averiguar cómo hacer un trámite y todo el mundo te responde distinto. Preguntas en ventanilla y te dicen una cosa, preguntas al profe y te dice otra, preguntas a un pata que ya lo hizo y suena a ciencia ficción. Buscas en la web y está explicadísimo… pero con términos que solo entendería un abogado o un ente celestial.
La Cafetería Universitaria: Un Atentado Biológico Con Licencia
Si creías que lo peor de la universidad eran los trámites absurdos, los profes insufribles o los compañeros de grupo con la inteligencia de una piedra mojada, es porque todavía no has comido en la cafetería. Ah, caumsa, qué bendición. El único lugar donde puedes gastar tu último sol en un menú y, de paso, ganar una intoxicación gratuita.
Pero claro, esto solo lo sufrimos nosotros, los mortales. Los juniors, los hijos de papi, ni pisan la cafetería. Ellos están en la Starbucks del campus con su MacBook de 10,000 soles (Yo ese, ups, slay, eshaaa, devorando, alto valor, wuuu), tomándose un latte con leche de alpaca vegana. Tú, en cambio, estás peleándote por un menú de tres lucas con un arroz más duro que la crisis en Venezuela y un jugo que parece resultado de un experimento químico.
Los platillos estrella de la cafetería: una ruleta rusa culinaria
El arroz radioactivo
No importa si pides arroz con pollo, chaufa o un simple arroz blanco… siempre sabe a demonio. Duro, seco, pegajoso o con grumos sospechosos, parece que lo cocinan en el mismo caldero donde Satán hierve las almas en pena. Si tienes suerte, te lo sirven con un acompañamiento misterioso que puede ser carne, cartón o un par de dedos de rata.
La sopa radioactiva
Pides menú, te sirven una sopa, la pruebas… y de repente sientes como si hubieras tragado el agua de un charco en Tailandia. Mano, qué chucha le echan, ¿plomo? ¿Mercurio? Si esta huevada te cae mal, no hay pastilla que te salve, solo queda escribir tu testamento y rezar.
El pan con “¿qué mierda es esto?”
La vieja de la cafetería te vende un pan con pollo, pero al primer bocado te das cuenta de que no es pollo, no es atún, no es nada que Dios haya creado. La textura es rara, el sabor es peor y, al rato, ya estás sudando frío. “Ya no lele, Pancha”, dirás, mientras te abrazas al inodoro y expulsas toda tu alma por el trasero.
El jugo nuclear
¿Naranja? ¿Maracuyá? ¿Papaya? Ni cagando, esto es agua con colorante y un toque de lavandina. Lo tomas y automáticamente sientes un cosquilleo en la garganta, como si hubieras bebido gasolina rebajada. Pero no te preocupes, tienes dos opciones: o te vuelves inmune o te mueres.
El ecosistema de la cafetería; Más hostil que la frontera entre Rusia y Ucrania
Entrar a la cafetería es un deporte extremo. Te peleas por una mesa, te peleas por un menú, te peleas con la señora porque jura que le pagaste con billete falso. Entre empujones y codazos, sientes que en cualquier momento te apuñalan por el último pan con huevo.
Y claro, hay que hablar de los infiltrados: los extranjeros que creen que por haber cruzado la frontera ya son nuestros hermanos. Mano, una cosa es la hermandad, otra cosa es que el ecuatoriano que está al costado tuyo se meta un plato de arroz con menestra más grande que tu futuro y aún tenga el descaro de pedirte un pedazo de tu pan con rata. ¡Ten dignidad, inmigrante conchatumare!
Conclusión: Si sobrevives a la cafetería universitaria, puedes sobrevivir en cualquier guerra biológica. Pero hey, míralo por el lado positivo: con un poco de suerte, te da una intoxicación tan fuerte que te hospitalizan y te ahorras ir a clases. Ahí sí, bendito sea el pan con moho de la señora.
CIERRE: SI ESTÁS LEYENDO ESTO, FELICIDADES, NO TE HAS SUICIDADO (AÚN)
Mano, si después de toda esta mierda sigues vivo, eres más resistente que un albañil tomando chela con paracetamol.Sobreviviste a trámites absurdos, horarios diseñados por un psicópata, profesores con Alzheimer selectivo y compañeros de grupo con menos neuronas que un otaku en huelga de ducha. Yo en tu lugar ya estaría vendiendo órganos en el mercado negro o metiéndome de stripper en un local clandestino, pero tú sigues aquí, soñando con graduarte. Eres valiente, batería. Estúpido, pero valiente.
La universidad no es un centro de estudios, es un campo de exterminio para pobres con aspiraciones. Si fueras un junior con sangre azul, te pasabas la carrera viajando a Europa y subiendo fotos con captions de autoayuda mientras tu papi compraba tu título. Pero no, tú sigues comiendo en la cafetería con más salmonela que Haití, haciendo colas como refugiado en guerra y peleando con administrativos que trabajan menos que influencer con Sugar Daddy.
Pero tranquilo, mano, todo este sufrimiento vale la pena. ¿O no? Nah, mentira, el título solo servirá para decorar tu pared mientras trabajas por un sueldo de mierda y ves cómo un tarado con apellido importante te da órdenes. Así que nada, sigue estudiando, sigue luchando, sigue jodiéndote la vida… que igual, si la universidad no te mata, la SUNAT se encargará después.
i aguantaste todo este post sin que te dé un derrame cerebral o sin que la universidad te expulse por “conducta inapropiada”, mis respetos. Ahora te dejo para que sigas con tu vida miserable de estudiante, rogándole a Dios que apruebes el ciclo… ,pero si es que eres ateo y te ofende un “Dios te bendiga”, te lanzo un “Que Darwin te Evolucione” pedazo de ameba resentida. Nos vemos en la siguiente masacre académica, y recuerda: si todo falla, siempre puedes hacerte streamer o estafar con criptos.
Cuídate mucho, te espero pronto con un nuevo post lleno de tonterías sin sentido que alegrarán tu día, chau chau.

No me molestes por el logo elaborado por IA, espero poder crear uno próximamente, pero si el cerebro no me funciona ni para cargar pesos adecuadamente, imagíname haciendo un logo.